Érase una vez un virus que llevó a las autoridades del planeta a tomar medidas extremas de confinamiento con la intención de frenar la propagación del contagio y así evitar el colapso de los sistemas de atención médica, preservando la vida sus ciudadanos”.
Pudiera ser esta afirmación el inicio de cualquier relato en el que la covid-19 fuera protagonista.
Cotidianidad con la covd, una nueva realidad secundaria a la pandemia que sitúa a la humanidad en un nuevo contexto. Una realidad que en ocasiones pensamos superada y de repente nos arropa con su mayor intensidad.
Por esto el valor de conocer el impacto del confinamiento, la prevención de sus daños, entendiéndolo como una posibilidad en la que nos podemos encontrar de manera intermitente más frecuente de lo imaginado.
La realidad que ha vivido nuestra gente desde marzo de 2020 ha impactado a la población en diversos aspectos, por lo que su abordaje ha sido muy diverso, destacándose las esferas emocional, espiritual y económica entre otras tantas.
En esta ocasión abordaremos la cotidianidad con la covid desde un aspecto puramente biológico.
A la luz del conocimiento actual, el impacto del cambio de la cotidianidad deja una profunda huella en nuestra biología, inducidas por diferencias en actividades como alimentación, ejercicio, sueño y estrés, dando génesis a un tangible y cuantificable deterioro sistémico.
La sospecha del impacto en nuestro organismo por el cambio en nuestra rutina siempre fue intuida, esta vez la ciencia ha podido comprobarlo de una manera robusta con la utilización del método científico en la monitorización, cuantificación y análisis de cambios metabólicos detectados en personas sometidas a confinamiento en situaciones similares a las de la pandemia que vivimos.
El pasar mayor tiempo en el hogar ante una situación incierta, nos arrastró a un incremento del sedentarismo, condicionado por la incapacidad de ejercitarnos fuera del hogar.
El aspecto alimentación no fue menos lastimado, la cotidianidad con la covid nos jugó una mala pasada con una combinación letal, acceso diferente a los alimentos, reducción del ingreso familiar y el acceso limitado a las tiendas, así como cambios sustanciales en nuestros hábitos de ingesta.
Podría atreverme a plantear que nuestro sistema de recompensas se centró en la gratificación oral ante la reducción del número de actividades gratificantes que en el confinamiento podíamos desarrollar.
Todo lo descrito generó alteraciones metabólicas contundentes capaces de dar origen a verdaderas situaciones riesgo, condicionando nuestro organismo al desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles que a su vez generaran un aumento exponencial del riesgo cardiovascular, aumento de la morbilidad y mortalidad, así como una reducción de la calidad de vida y la capacidad productiva de la población como son la obesidad, el Síndrome Metabólico, aumento de colesterol, así como triglicéridos y el consecuente peligro para desarrollar diabetes y/o hipertensión.
El confinamiento en el hogar arrastra:
• Balance energético positivo agudo debido a los cambios en los hábitos alimenticios.
• Tendencia a comer más y peor.
• Actividad física diaria se reduce drásticamente.
• Aumento del riesgo de enfermedades crónicas asociadas al metabolismo.
• Incremento de enfermedades cardiovasculares (ECV).
Las claves
Mezcla letal
Cuando se agrega a la inactividad física la sobrealimentación se da un balance energético positivo agudo, lo que origina a nivel global el aumento de posibilidad de enfermar o incluso morir secundario a las afecciones cardiovasculares generadas inicialmente a partir del sobrepeso y sus consecuencias metabólicas y mecánicas.
La inactividad física aguda más la sobrealimentación sitúa al paciente en la llamada zona sedentaria. Al ubicarnos en esta área se destaca un incremento en la ingesta de alimentos no compensada con el gasto energético. Actividades como mirar televisión o tareas cognitivas estimulan la ingesta de alimentos de tal manera que se ignoran las sensaciones de saciedad y plenitud, lo que conduce al consumo excesivo.
Estudios alertan sobre la inactividad física (por ejemplo, sentarse 13.5 h / día y caminar menos de 4000 pasos al día) provoca resistencia a las mejoras metabólicas que generalmente resultan de un episodio agudo de ejercicio aeróbico.